Confesiones
Lentamente abrí mi camisa, dejando que el sol pegara en mi pecho. Bella me miraba con los ojos abiertos como dos grandes espejos, me reuní junto a ella y me contempló más de cerca.
—Por esto no podemos salir a la luz del sol—. Confesé. —Sabrían que somos diferentes—.
Pero ella no dijo nada, caminé unos pasos más hacia el centro de la pradera y me recosté sobre la suavidad aterciopelada de la hierva, mi piel brillaba como si estuviera bañada por millones de diamantes que a su vez brillaban como múltiples y diminutos arco iris.
Bella permaneció cerca de mi, mirándome, pero sin decir nada, me quedé inmóvil sin hacer movimiento alguno, descansando y disfrutando el leve calor del sol sobre mi piel.
Solo para mi mismo tarareaba la nana que había compuesto para ella y así permanecí completamente inmóvil con los ojos cerrados.
Bella se mantuvo ovillada con el mentón descansando sobre las rodillas muy cerca de mi, podía sentir su exquisito aroma mezclado con el olor de las flores silvestres, una leve brisa hacía que su esencia se dispersara por todo el lugar.
Sentí el calor de su dedo sobre el dorso de mi mano, mi cuerpo tembló al contacto de esa leve caricia, sintió mi dura y fría piel pero no cesó su caricia, cuando abrí los ojos ella contemplaba mi piel y me sentí feliz de compartir mi secreto con ella.
— ¿No te asusto? —. Le pregunté.
Quería saber que era lo que verdaderamente pensaba de mi.
—No más que de costumbre—.
Ella me aceptaba, aceptaba lo que era, no había gritado ni había salido corriendo como yo había temido, sonreí con el corazón, con el alma, sonreí con todo mi ser.
Lentamente se acercó más y más hasta que pudo abarcar los contornos de mi antebrazo con la yema de sus temblorosos dedos y cerré los ojos disfrutando ese exquisito contacto.
— ¿Te molesta? —. Preguntó.
—No—. Respondí sin abrir los ojos. —No te puedes ni imaginar cómo se siente eso—.
Y no pude contener un suspiro, había deseado tanto este momento.
Su caricia avanzó por todo mi brazo, con su otra mano trato de dar vuelta a la mía y me adelanté para hacerlo, pero me dejé llevar por la emoción de su contacto y me moví muy rápido Bella se asustó y se quedo inmóvil por un segundo.
—Lo siento —. Murmuré y cerré nuevamente mis ojos.
Permanecí quieto otra vez anhelante de su contacto nuevamente. —Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo—
Tomó mi mano nuevamente y la volteo de una lado a otro, examinando mi piel muy cerca de su cara, hubiera querido acercar mi mano y acariciar su rostro pero temí asustarla nuevamente.
—Dime qué piensas —. Le pedí susurrando mientras no dejaba de mirarle a los ojos.
—Me sigue resultando extraño no saberlo—.
—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo—.
—Es una vida dura —. ¿Me diría la verdad esta vez? —Aún no me has contestado—.
—Deseaba poder saber qué pensabas tú —. Dijo vacilante. — y...—
— ¿Y? —.
—Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo—.
Estaba asustada. Yo la había asustado.
—No quiero que estés asustada—. Le pedí en un murmullo suave tratando que viera que la amaba con todas mis fuerzas y que preferiría morir a que ella sufriera por mi culpa o por la cualquier otro.
—Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar—.
Rápidamente me senté apoyado sobre mi brazo derecho sin retirar mi mano izquierda de las suyas, estábamos solo a unos centímetros de distancia.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —. Pregunté sin apartar mis ojos de los suyos.
Pero no contestó.
De pronto y sin previo aviso se inclinó aun más, instintivamente me retire velozmente de ella en medio de un acto reflejo.
No estaba preparado para eso y me había tomado completamente desprevenido.
Y ahí estaba yo a seis metros de distancia, casi en el borde de la pradera bajo la sombra de un enorme abeto en un abrir y cerrar de sus ojos.
Pude leer en su rostro y en sus ojos que le habia ofendido, sin embargo fue ella quien pidió disculpas.
—Lo... lo siento, Edward —. Expresó en voz baja.
—Concédeme un momento —. Le pedí para volver a tomar control sobre mi mismo.
Me tomó más tiempo del que pensé, el poder estar seguro de tener todo bajo control. Tantas veces había deseado tomarla en mis brazos, acercarla a mi, estrecharla contra mi pecho.
Podría haber sido nuestro primer beso… ¿ Y que sucedió?...
Muy lentamente caminé hacia ella, inhalando y exhalando.
Cuando estuve a una distancia prudente me senté en hierba con la piernas cruzadas, sin dejar de mirarla a los ojos.
Me sentía avergonzado por mi reacción, desilusionado de mi mismo.
Después de dos grandes suspiros le pedí disculpas en medio de una sonrisa.
—Lo siento mucho, ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que sólo soy un hombre?—
Asintió
No dijo nada, solo fue un pequeño movimiento de su cabeza, su pulso se aceleró y su rostro se volvió mas pálido que de costumbre.
Debía jugar limpio, debía mostrarle lo que verdaderamente era, revelarle mi naturaleza, advertirle lo peligroso que era esa cercanía, tratar que entendiera que a pesar de nuestras diferencias que yo la amaba por sobre todas las cosas.
Trataría que comprendiera que nunca haría nada para herirla, no por voluntad propia, y que si esto llegaba a suceder, sería solo por un desgraciado e inevitable accidente; yo nunca me permitiría exponerla, nunca, pero debía dejar que ella escogiera y yo aceptaría su voluntad.
—Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: Mi voz, mi rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitase!—.
Dejé que mi cuerpo se moviera libremente actuando como el ser terrorifico que en realidad era.
En medio segundo llegue al borde de la pradera y luego di una vuelta a la misma para mostrarle la verdadera velocidad a la cual podía moverme.
— ¡Como si pudieras huir de mí!—.
Me reí amargamente y con mi mano arranqué el tronco del abeto que se encontraba junto a mi, rompí su grueso tronco sin dificultad alguna en medio de un escalofriante ruido, luego lo hice girar en el aire durante unos instantes, lo arrojé velozmente contra otro árbol que se estremeció con el golpe. En menos de un parpadeo humano estuve justo frente a ella a solo medio metro de distancia.
— ¡Como si pudieras derrotarme! —. Dije en voz baja.
Bella no se movió, veía el miedo en sus ojos.
Pero no me detuve, le mostré lo inhumano que era para que entendiera, para que comprendiera.
Pero sentía que no estaba ganado, mas bien estaba perdiendo, la esta perdiendo.
Quería arrojarme a su pies, llorar si pudiera.
Pedirle que entendiera que mi corazón era humano, tan humano como ella, que mi cuerpo y que todo lo que podía hacer con el, no eran nada en comparación con el amor que sentía por ella.
—No temas —. Le pedí, casi le rogué. —Te prometo... —No esa no era la palabra que quería emplear — , te. juro que no te haré daño—.
Nunca lo haría, nunca. —No temas —. Le susurre mientras me acercaba a ella.
Me moví muy lentamente para no asustarla más hasta que estuve muy cerca de ella con mi rostro a la misma altura que el suyo, a 25, 5 centímetros exactamente.
—Perdóname, por favor —. Le pedí ceremoniosamente. —Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor—.
Esperé por su respuesta, pero no dijo nada, seguramente estaba en shock.
—Hoy no tengo sed —. Agruegué tratando de que mis palabras la sacaran de su mutismo, al mismo tiempo en que guiñaba un ojo. —De verdad—.
Repentinamente Bella rompió a reír, pero era un sonido tembloroso y jadeante.
Estaba seguro que estaba en shock y al borde de la histeria.
— ¿Estás bien? —. Le pregunté tiernamente.
Extendí mi brazo, lenta y cuidadosamente para poder volver a poner mi mano en las suyas.
Seguía sin decir nada, pero miró mi mano y después me miró a los ojos, quise que pudiera viera lo arrepentido que estaba.
Luego miró nuevamente mi mano y volvió a acariciarla con la yema de los dedos.
Alzó la vista y me miró con timidez.
No se había desmayado, ni había salido corriendo, tampoco estaba en shock como yo había temido, aquello en vez de molestarme, como debería haber sucedido, solo me dio valor, lo que tanto necesitaba en estos momentos.
—Bueno, ¿por dónde íbamos antes de que me comportara con tanta rudeza? —. Pregunté utilizando lo mejor de mi vocabulario
—La verdad es que no lo recuerdo—
Aún sentía un poco de vergüenza pero le sonreí.
—Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustada, además del motivo obvio—
—Ah, sí—
— ¿Y bien? —
No dijo nada, nuevamente, solo siguió acariciando mi mano y luego la palma de esta.
— ¡Con qué facilidad me frustro! —. Le dije.
Me miró a los ojos, pero no pude comprender los motivos que la hacían dudar, estaba seguro que no me temía, no del modo que debía hacerlo, no me temía aun después de ver todo lo que era capaz de hacer o hacerle. Era otro su miedo pero no podía identificarlo.
Volvió a mirar mi mano y dijo en voz baja:
—Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería—.
¿Dijo que le gustaría estar con migo?
Si de algo estaba seguro era de no tener problemas de audición, mi cuerpo se infló de esperanza, pero yo sabía que no le convenía quererme como yo la quería.
—Sí —. Admití lentamente. —Es un motivo para estar asustado, desde luego. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada—.
—Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara—.
Posiblemente sentía lo mismo que yo, posiblemente también me amaba pero sabía muy en el fondo que eso no era conveniente.
—Deseo ayudarte, de verdad que sí —. Le respondí con la mayor sinceridad que me fue posible. —Debería haberme alejado hace mucho, debería hacerlo ahora, pero no sé si soy capaz—.
—No quiero que te vayas —. Me suplicó al mismo tiempo en que me miraba intensamente a los ojos.
Era la primera vez que mi miraba de esa manera...Bueno era la primera vez que alguien me miraba de esa manera.
Me sentí extrañamente cohibido y eso hizo que desviara la mirada, algo avergonzado por su intensidad.
—Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoísta, anheló demasiado tu compañía para hacer lo correcto—.
—Me alegro—.
— ¡No lo hagas! —. Le dije un tanto molesto con migo mismo retirando mi mano de las suyas.
Teniendo cuidado esta vez para no asustarla, claro que si no lo hacían mis actos tal vez mis palabras lo hicieran.
— ¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides, nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona…—. Y no pude decir nada más.
Después de un momento de mutuo silencio Bella agregó:
—Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres... Al menos la última parte—.
¿Sería posible, que después de todas las cosas que le había mostrado en estas últimas horas, luego de haber confesado una y otra vez lo que mi presencia significaba para ella; que no entendiera?
— ¿Cómo explicarte? Sin aterrorizarte de nuevo...—.
Volví a poner mi mano sobre las suyas, fue casi instintivamente ya que deseaba aquel cálido contacto, al comprender lo que había hecho miré nuestras manos y suspiré… Ya me podía ver a mi mismo acostumbrado a eso, era tan fácil amarla y tan exquisito tu contacto.
—Esto es asombrosamente placentero... el calor—
Su contacto, la cercanía de nuestros cuerpos, su respiración casi golpeándome. El pulso sobre su muñeca, el calor que subía por mi mano hasta mi brazo. Su ojos abiertos para mi. Su olor quemando mi garganta …
—Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Algunos prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa—.
Asintió.
—Lamento emplear la analogía de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicártelo —. La comparación de verdad hacia que me sintiera avergonzado y miserable.
Bella sonrió, seguramente para infundirme valor y yo sonreí lleno de pesar.
—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta—. Traté de explicarme lo mejor posible. —Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma... En tal caso, ¿cómo crees que le iría?... —
Al parecer había escogido mal el ejemplo y ella seguramente no entendía nada de lo decía ya que permaneció en silencio, pero no apartó su mirada de mis ojos, maldecía el no poder leerle el pensamiento una vez mas.
Cuando ya no pude aguantar más la curiosidad y el silencio le dije:
—Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el
ejemplo—.
¿Sería ese un buen ejemplo?
Me devané los sesos tratando de encontrar alguna buena comparación, pero era demasiado difícil tratar de explicar lo que ella representaba para mi, o por lo menos en la forma que me hacia sentir.
—Bueno, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? — Dijo de pronto pero en un tono juguetón..
¡Bingo!.
Había dado en el clavo y reí de buena manera, si, ella había entendido perfectamente bien.
—Sí, tú eres exactamente mi marca de heroína—
— ¿Sucede eso con frecuencia? —
—He hablado con mis hermanos al respecto, para Jasper, todos los humanos son más de lo mismo, él es el miembro más reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor —Me sentí muy mal al decir esto. —Lo siento—. Le dije, verdaderamente me sentía mal al confesarles estas cosas.
—No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea... Es así como piensas, te entiendo, o al menos puedo intentarlo, explícate como mejor puedas—.
Agradecí estas palabras y traté de continuar…
—De modo que Jasper no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan... —
¿ Como continuar, como no ofenderla… tanto. Trate sin éxito de encontrar la palabra mas adecuada.
—…tan apetecible como tú me resultas a mí— Fue la única palabra que podía utilizar en este caso.
—Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero explicar, dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que otra.
— ¿Y a ti? —
—Jamás—. Bueno sin contarla a ella, claro estaba.
— ¿Qué hizo Emmett? —. Me preguntó después de un incomodo silencio.
Me sentía mal al hablar de mi hermano, no quería que Bella pensara que éramos unos monstruos arrastrados por la sed y el deseo, pero por otra parte mi hermano no había sentido nada por aquellas mujeres, para él no significaban nada, solo eran otras humanas, unas más del montón. Y tampoco quería que me comparara con el, no es que yo fuera mejor o peor que Emmett, pero éramos distintos o más bien la situación era distinta.
De todas maneras no había una manera correcta o incorrecta de contestar a esa pregunta. Deseé con todas mis fuerzas que no la hubiera formulado, pero de todos modos no pude contestar.
—Creo saberlo —. Dijo
Levanté la vista tratando de encontrar las palabras adecuadas para decirle que yo era diferente, decirle que yo era fuerte y que yo si podría superar este “pequeño inconveniente”. Al mismo tiempo trataba de creerlo, trataba con todas mis fuerzas.
—Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad?—
— ¿Qué me pides? ¿Mi permiso? —.
Su voz sonaba mordaz.
¿verdaderamente creía que me daría por vencido tan rápido?
No había llegado hasta aquí solo para quitarle la vida.
—Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza? —
Sus palabras retumbaron en mi cabeza.
— ¡No, no! —. Exclamé ahogando un grito. —¡Por supuesto que hay esperanza! Me refiero a que..., por supuesto que no voy a... —
No pude terminar la frase, nuevamente me miraba intensamente. Traté de explicarle.
—Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esas dos desconocidas con las que se cruzó... Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora—.
—De modo que si nos hubiéramos encontrado... en... un callejón oscuro o algo parecido... —
Su voz se fue apagando a medida que dejaba la frase a medio terminar.
Llegaba la hora de la verdad. Hablaría con total sinceridad y suplicaría su perdón si fuera necesario, me arrastraría detrás de ella cuando se alejará de mi.
—Necesité de todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niños y... —
Una nube de vergüenza subió por mi rostro y se introdujo en mi boca, tomé un poco de aire y trate de continuar.
…cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos... bueno, demasiados años.
No lo pude aguantar más y desvié la mirada un segundo, trate de no recordar es día, no quería empeorar más las cosas. Ella estaba con la mirada perdida, seguramente estaría recordándolo también.
—Debiste de pensar que estaba loco—.
—No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez...?—
—Para mí, parecías una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme, la fragancia procedente de tu piel... El primer día creí que me iba a trastornar, en esa única hora, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles, tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme...—
La miré tratando de identificar las emociones que afloraban en su rostro, miedo, asombro. Tan cerca de la muerte había estado y ella no se había percatado siquiera.. Tan cerca de haberla perdido para siempre. Nunca habría llegado a conocer la felicidad si ese día yo…
—Y tú hubieras acudido —. Le aseguré.
—Sin duda—.
Mire su manos y continué con mi revelador relato.
—Luego intenté cambiar la hora de mi programa en un estéril intento de evitarte y de repente ahí estabas tú, en esa oficina pequeña y caliente, y el aroma resultaba enloquecedor. Estuve a punto de tomarte en ese momento, sólo había otra frágil humana... cuya muerte era fácil de arreglar—.
El cuerpo de Bella se estremeció, pero yo no podía dejar de decirle la verdad, se lo debía.
—No sé cómo, pero resistí, me obligué a no esperarte ni a seguirte desde el instituto, fuera, donde ya no te podía oler, resultó más fácil pensar con claridad y adoptar la decisión correcta. Dejé a mis hermanos cerca de casa, estaba demasiado avergonzado para confesarles mi debilidad, sólo sabían que algo iba mal...
Entonces me fui directo al hospital para ver a Carlisle y decirle que me marchaba,
intercambiamos nuestros coches, ya que el suyo tenía el depósito lleno y yo no quería detenerme—
No podía contener el pesar al recordar aquellos días.
— No me atrevía a ir a casa y enfrentarme a Esme, ella no me hubiera dejado ir sin montarme una escenita, hubiera intentado convencerme de que no era necesario... A la mañana siguiente estaba en Alaska, pasé allí dos días con unos viejos conocidos, pero sentí nostalgia de mi hogar. Detestaba saber que había defraudado a Esme y a los demás, mi familia adoptiva. Resultaba difícil creer que eras tan irresistible respirando el aire puro de las montañas. Me convencí de que había sido débil al escapar. Me había enfrentado antes a la tentación, pero no de aquella magnitud, no se acercaba ni por asomo, pero yo era fuerte, ¿y quién eras tú? ¡Una chiquilla insignificante! —.
La sola idea de pensar que ella era insignificante me pareció gracioso.
—¿Quién eras tú para echarme del lugar donde quería estar? De modo que regresé... Tomé precauciones, cacé y me alimenté más de lo acostumbrado antes de volver a verte, estaba decidido a ser lo bastante fuerte para tratarte como a cualquier otro humano, fui muy arrogante en ese punto. Existía la incuestionable complicación de que no podía leerte los pensamientos para saber cuál era tu reacción hacia mí. No estaba acostumbrado a tener que dar tantos rodeos. Tuve que escuchar tus palabras en la mente de Jessica, que, por cierto, no es muy original, y resultaba un fastidio tener que detenerme ahí, sin saber si realmente querías decir lo que decías. Todo era extremadamente irritante.
No me gustó recordar a esa desagradable humana en esos momentos tan trascendentes para mi.
—Quise que, de ser posible, olvidaras mi conducta del primer día, por lo que intenté hablar contigo como con cualquier otra persona. De hecho, estaba ilusionado con la esperanza de descifrar algunos de tus pensamientos. Pero tú resultaste demasiado interesante, y me vi atrapado por tus expresiones... Y de vez en cuando alargabas la mano o movías el pelo..., y el aroma me aturdía otra vez.
Entonces estuviste a punto de morir aplastada ante mis propios ojos. Más tarde pensé en una excusa excelente para justificar por qué había actuado así en ese momento, ya que tu sangre se hubiera derramado delante de mí de no haberte salvado y no hubiera sido capaz de contenerme y revelar a todos lo que éramos. Pero me inventé esa excusa más tarde. En ese momento, todo lo que pensé fue: «Ella, no».
Cerré mis ojos.
Por una parte me sentía feliz de hablarle con la verdad, con toda la verdad.
Las palabras salían disparadas de mi boca, sólo sabía que ella me escuchaba y que por fin me entendía.
También me sentía aliviado de compartir todo aquello por lo cual había pasado desde que ella entró irremediablemente en mi vida.
Pero también estaba la vergüenza que sentía al admitir que había sido un gran, débil y miserable cobarde.
— ¿Y en el hospital? —. Preguntó clavando los ojos en mi.
—Estaba horrorizado. Después de todo, no podía creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo mismo hubiera quedado a tu merced... De entre todos, tenías que ser tú. Como si necesitara otro motivo para matarte —
Recordé el enfrentamiento con mi familia. Recordé a Jasper y su idea de eliminarla.
—Pero tuvo el efecto contrario —. Le dije tratando de recobrar el coraje. —Y me enfrenté con Rosalie, Emmett y Jasper cuando sugirieron que tal vez te había llegado la hora... Fue la peor discusión que hemos tenido nunca, Carlisle se puso de mi lado, y Alice —
No pude evitar pensar que Alice estaría en este momento saltando de felicidad.
—Esme dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para quedarme— Traté de no pensar en mi madre y moví mi cabeza para poder concentrarme en mi relato.
—Me pasé todo el día siguiente fisgando en las mentes de todos con quienes habías hablado, sorprendido de que hubieras cumplido tu palabra. No te comprendí en absoluto, pero sabía que no me podía implicar más contigo. Hice todo lo que estuvo en mi mano para permanecer lo más lejos de ti, y todos los días el aroma de tu piel, tu respiración, tu pelo... me golpeaba con la misma fuerza del primer día.
Bella y yo nos miramos, Estaba tan cerca de pronunciar aquellas palabras que estaban torturando mi cabeza.
—Y por todo eso —. Continué. —hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquí, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.
— ¿Por qué? —.
Había llegado el momento.
Mi corazón casi me salía por la boca, sentía una sensación extraña en el estomago, pero continué adelante.
Sentí como si mi cuerpo cayera de una gran altura, pero no sentía miedo, sentía alivio.
—Isabella —. Cuidadosamente pronuncié su nombre completo, al tiempo que despeinaba su pelo con la mano libre; se estremeció por el contacto. —No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno —.
Clavé mi mirada en el suelo, me sentía demasiado avergonzado para mirarla a los ojo.
—La idea de verte inmóvil, pálida, helada... No volver a ver cómo te ruborizas, no ver jamás esa chispa de intuición en los ojos cuando sospechas mis intenciones... Sería insoportable —. Subí entonces mi mirada para encontrar sus ojos. Casi podía escucharme rogando por su amor. —Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca—.
Y ahí estaba yo, por fin me había declarado al único, verdadero y eterno amor que había conocido. Aguardé esperando su reacción, fuera cual fuera, sin apartar mis ojos de ella.
—Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti —. Declaró haciendo una mueca. —Soy idiota—.
—Eres idiota —. Acepté con una risa.
Nos miramos, ella también reía.
Sólo nosotros podíamos estar riendo en ese momento.
Nos reímos de todos los caminos que nos habían llevado hasta ese lugar, el destino o como se le llame, había hecho la jugada y nosotros habíamos enfrentado el reto.
Reía de felicidad, le sonreía al futuro, quedaban atrás mis días, años, décadas de eterna soledad. La amaría eternamente, aun cuando pasaran sus años humanos la amaría.
Mi existencia ya no sería más una sombra, mis noches y días no estarían más llenos de tristeza y desesperanza.
La había esperado tanto tiempo.
—Y de ese modo el león se enamoró de la oveja... —. Murmure, sin apartar mis ojos de ella.
Desvió su mirada ocultando sus inmensos ojos mientras se estremecía levemente.
— ¡Qué oveja tan estúpida! —. Dijo de pronto.
— ¡Qué león tan morboso y masoquista! —. Agregué tratando de mirar hacia el futuro, tratando de ver aquella delgada línea en la cual me había propuesto caminar. No matarla, no transformarla, solo amarla día a día, tratando de vivir uno a la vez.
— ¿Por qué...? —Dijo de pronto, pero se detuvo. La miré esperando que terminará de formular su respuesta. Pero no continuó y le sonreí para infundirle valor.
— ¿Sí? —
—Dime por qué huiste antes.
—Sabes el porqué— Le dije, no comprendí muy bien a que se refería.
—No, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal? Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que será mejor aprender qué es lo que no debería hacer. Esto, por ejemplo— Y me acarició la base de la mano. —, parece que no te hace mal— Y me sonrió.
—Bella, no hiciste nada mal. Fue culpa mía—
—Pero quiero ayudar si está en mi mano, hacértelo más llevadero.
—Bueno... — Pensé un momento y le dije. —Sólo fue lo cerca que estuviste, por instinto, la mayoría de los hombres nos rehuyen por nuestra diferenciación... No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta... —. Repentinamente me calle y estudié su rostro, no pretendía asustarla.
Muy por el contrario quería que se acercara nuevamente, no estaba seguro de cómo reaccionaría esta vez. Pero anhelaba su proximidad.
—De acuerdo, entonces —.
Su tono de voz era relajado y tranquilo. Se llevó las manos al cuello y en medio de una mueca dijo:
—Nada de exponer la garganta—.
Toda la escena me resultó sumamente graciosa.
—No, en realidad, fue más la sorpresa que cualquier otra cosa—.
Levanté la mano que tenía libre y toqué su garganta, ella automáticamente se quedó quieta. Podía sentir el cálido fluir se su sangre, su pulso acelerado, su respiración acelerándose poco a poco. ¿Que había en esas señales? ¿Temor? ¿Recelo? Quizás… ¿Deseo?...
—Ya lo ves. Todo está en orden—. Le dije tratando de borrar aquella última idea de mi mente, pero su pulso se aceleraba más y más y poco a poco su mejillas se tornaban sonrosadas.
—El rubor de tus mejillas es adorable —Murmuré.
Retiré lentamente mi mano de las de ella para poder acariciar su mejilla. Su piel era tan suave, tan cálida. ¿Cuantas veces había soñado con hacer esto? Ya no lo recordaba, sostuve su cara entre mis dos manos.
—Quédate muy quieta —. Le pedí en un susurro, estaba seguro que mi voz temblaría en cualquier momento.
Me incliné hacia ella, despacio, disfrutando el cada segundo que me tomaba llegar hasta su cuerpo.
Cuando estuve lo suficientemente cerca apoyé mi mejilla contra la base de su garganta.
Una ola de placer inundó mi cuerpo desde la cabeza a mis pies.
Bella permanecía muy quieta pero podía ver como se dilataban cada uno de los poros de su piel, el aroma que expulsaban era verdaderamente embriagador.
Por un momento vi al monstruo a un lado de mi mente que se adentraba en lo mas recóndito de mi conciencia hasta por fin desaparecer, ese ser ya no sería el culpable de mis tormentos, ahora debía enfrentar nuevos demonios…unos más humanos.
Mi cabeza dio vueltas, bajé lentamente mis manos por su cuello para luego seguir descendiendo hasta llegar a sus hombros.
Aspirando el aroma que expelía de sus poros bajé hasta su clavícula, inhalando. Que placentero podía llegar a ser el dolor, sentía la garganta a carne viva, pero no podía apartarme de ella, bajando un poco más llegué hasta su pecho escuchando los sonidos de su corazón, los escandalosos latidos de su corazón.
—Ah—. Dije en un suspiro. No pude volver a pronunciar palabra alguna. Ella permaneció callada, inmóvil, no pude identificar la respuesta de su cuerpo, seguramente tendría miedo, no mucho pero el suficiente.
Pero a medida que transcurrió un poco de tiempo su pulso y respiración se hicieron más acompasados y recuperaron la normalidad. No estoy seguro de cuanto tiempo permanecimos así, uno contra el otro. Pero para mi no fue el suficiente. Seguramente siempre sería así, nunca sería suficiente.
Finalmente logré separarme de su cuerpo. Me sentía orgulloso de mi mismo, había pasa la prueba más dura.
—No volverá a ser tan arduo— Le dije mirándola a los ojos.
— ¿Te ha resultado difícil? —
—No ha sido tan difícil como había supuesto. ¿Y a ti? —.
—No, para mí no lo ha sido en absoluto—.
Su tono de voz me hizo reír.
—Sabes a qué me refiero—. Le dije y ella me sonrío de vuelta. —Toca —. Tomé su mano y la puse sobre mi mejilla que se había calentado al contacto con su piel. —¿Notas qué caliente está? —.
—No te muevas —. Me susurro.
Cerré mis ojos y al instante me convertí en una estatua viviente. Eso era muy fácil para nosotros, podíamos estar quietos días, semanas. No teníamos que pestañear ni cambiar de posición; nunca sentíamos un dolor muscular ni de ningún tipo, nuestra única y gran urgencia era el hambre o mas bien la sed.
Bella se movió impresionantemente lento, aun para una humana, no podía verla, claro, pero podía sentirla.
Su fragancia se concentró muy cerca de mi rostro, un segundo después sentí el roce de sus dedos en mi mejilla.
Acarició todo el contorno de mis ojos, sentí su mano frente a mis labios, mi respiración chocaba en ella y se devolvía quemando mi interior.
Otro fuego existía en mi, uno que crecía y se volvía aun mas fuerte que calor de mi sed.
Era toda ella la que hacía que sintiera ese fuego ahora no sólo en mi garganta, sino en cada parte de mi cuerpo, me dejé envolver por esa nueva sensación.
De pronto y sin motivo aparente se alejó, nuevamente su contacto me resultó efímero.
Abrí mis ojos aun envuelto en aquellas nuevas sensaciones, Bella me miraba y su pulso se aceleró nuevamente, podía ver el martilleo de su pulso en la garganta. Pero no eran mis dientes los que querían estar ahí, eran mis labios.
—Querría —. Susurré. —, querría que pudieras sentir la complejidad... la confusión que yo siento, que pudieras entenderlo—.
Acaricié su pelo y luego su rostro.
—Dímelo —.
—Dudo que sea capaz.
Por una parte, ya te he hablado del hambre..., la sed, y te he dicho la criatura deplorable que soy y lo que siento por ti. Creo que, por extensión, lo puedes comprender, aunque —. Le confesé algo avergonzado. — Probablemente no puedas identificarte por completo al no ser adicta a ninguna droga. Pero hay otros apetitos... —. Agregué mientras acariciaba sus labios con mis dedos y nuevamente no eran ellos los que querían estar ahí. —Existen apetitos que ni siquiera entiendo, que me son ajenos—.
—Puede que lo entienda mejor de lo que crees—. Dijo para mi sorpresa.
—No estoy acostumbrado a tener apetitos tan humanos. ¿Siempre es así? —.
—No lo sé —. Me detuve. —Para mí también es la primera vez—.
Tome sus manos entre las mías. Recordando que su experiencia en citas era tan amplia como la mía.
—No sé lo cerca que puedo estar de ti —. Admití —. No sé si podré... —.
Pausadamente se inclino hacia mi, sin dejar de mirarme a los ojos, apoyó la mejilla contra mi pecho. El calor se su rostro traspasaba la tela de mi camisa.
—Esto basta—. Dijo y luego dejó escapar un suspiro.
Instintivamente cerré mis brazos en torno a ella y hundí mi rostro en su pelo absorbiendo toda su esencia.
Descubrí que increíblemente aquella sensación en la garganta era mas llevadera, no había desaparecido pero era soportable.
—Se te da mejor de lo que tú mismo crees —. Me alentó.
—Tengo instintos humanos. Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí—.
Y así nos quedamos, como soldados el uno al otro.
Yo me encontraba dichoso de tenerla entre mis brazos, pasaron los segundos o las horas verdaderamente no medí el tiempo pero cuando me percaté ya era entrada la tarde.
Bella dejó escapar un suspiro, pero yo sabía lo que realmente significaba, la partida, la separación, pero no estaba listo para eso, no lo estaría nunca.
Todavía nos quedaba el camino de regreso, podía verme recorriendo todo ese trayecto tomados de la mano, pero había otra cosa que quería mostrarle antes, había otra sensación que quería compartir con ella.
—Tienes que irte—. Pregunté.
—Creía que no podías leer mi mente —. Respondió juguetonamente.
—Cada vez resulta más fácil— La sola idea, me lleno de júbilo y le pregunté.
— ¿Te puedo enseñar algo? —.
— ¿El qué? —.
—Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque —. Me miró con terror en los ojos. —No te preocupes, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes—.
Le prometí para tranquilizarla.
Estaba tan expectante con la sola idea se compartir eso que me hacía tan feliz que no pude evitar reír de buena gana.
— ¿Te vas a convertir en murciélago? — Preguntó de pronto.
Rompí a reír sin poder controlarme…
— ¡Como si no hubiera oído eso antes! —.
—Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo—.
—Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda—. Le dije.
Me miró incrédula, pero le respondí con un sonrisa, confirmando que era en serio mientras extendía mis brazos hacia ella. Su pulso estaba acelerado nuevamente cuando la ayude a subir a mi espalda, creo que instintivamente me rodeo con su delicados brazos y piernas. Sentí todo su cuerpo contraído contra el mío y supuse que estaría usando toda su fuerza, para mi solo era como un tierno abrazo pero traté de no pensar mucho en ello ya que no me costaría nada voltearla y así poder tenerla frente a mi…
—Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar —. Me dijo, sacándome de mi ensoñación.
— ¡Bahh.! —. Resoplé en un mueca, verdaderamente estaba dichoso.
Adiós soledad, adiós tormentos.
Tomé su mano entre las mías e inhale su perfume profundamente.
—Cada vez más fácil — Pensé en voz alta. Y luego rompí a correr.
Aquello era lo que mejor se me daba, era el más rápido de mi familia y era cierto que a todos nos gustaba la velocidad pero era yo el que más disfrutaba al hacerlo.
Corría sólo por diversión, a veces no tenía un rumbo definido, lo hacía sólo por el hecho de sentir el viento en mi rostro, golpeando mi cuerpo y ahora lo compartía con ella, su cuerpo me quemaba la espalda, podía sentir su respiración en mi nuca, sus piernas enrolladas en mi cintura. Jamás pensé en tenerla tan cerca, siendo tan mía. Que pasaría si…
El bosque desapareció en cosa de minutos y estábamos otra vez junto a su coche.
—Estimulante, ¿verdad? —. Manifesté entusiasmado con nuestra nueva actividad.
De pronto me percaté que Bella no decía nada como yo esperaba, tampoco se movía.
— ¿Bella? —. Pregunté, inquieto.
—Creo que necesito tumbarme —. Respondió en medio de un jadeo.
—Ah, perdona —. Esperé que dijera o hiciera algo más, pero nada.
—Creo que necesito ayuda —Dijo al fin.
Reí al comprender que se encontraba bien y aparte sus brazos de mi cuello y luego le di la vuelta para que quedará frente a mi. La cargué en mis brazos acunándola contra mi pecho. Lentamente y suavemente la dejé sobre unos mullidos helechos.
— ¿Qué tal te encuentras? — Le pregunte preocupado.
—Mareada, creo—.
—Pon la cabeza entre las rodillas—.
Había sido muy rápido para ella. Inspiró y espiró lentamente, sin moverse, me senté a su lado y después de un momento levantó la cabeza.
—Supongo que no fue una buena idea—. Le dije arrepentido, no había pensado en que no estaba acostumbrada… Todavía.
—No, ha sido muy interesante—. Hizo un esfuerzo para sonar lo mas normal posible pero no lo consiguió.
— ¡Vaya! Estás blanca como un fantasma, tan blanca como yo mismo—.
—Creo que debería haber cerrado los ojos—.
—Recuérdalo la próxima vez—.
— ¡¿La próxima vez?! —. Gimió.
Yo estaba tan contento, sin duda era el mejor día de toda mi existencia.
—Fanfarrón —. Profirió, ya que había vuelto a reír.
—Bella, abre los ojos —. Le pedí suavemente.
Estábamos increíblemente cerca. Podía contemplar cada detalle de su cara.
La pequeña arruga en su frente, la línea de sus labios.
—Mientras corría, he estado pensando...
— En no estrellarnos contra los árboles, espero—. Me dijo en tono juguetón.
—Tonta Bella —. Reí entre dientes. —Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar—.
—Fanfarrón —. Me dijo nuevamente.
—No. He pensado que había algo que quería intentar—. Tomé su cara entre mis manos.
¿Sería correcto? ¿Podría?...
Pero debía intentarlo, ese era el momento adecuado.
Me preparé para dar y recibir mi primer beso.
Con mis sentidos alertas contemplé su rostro más y más cerca del mío, en mi memoria grabé cada segundo de esta proximidad, disfrutando.
Cuando nuestros labios por fin se encontraron Bella rompió a jadear en mi boca, su esencia se filtró en la mía y mis nervios se tensaron al instante.
¿Como describir el calor que quemaba todo mi cuerpo?
Sentí sed de sus labios, quería lamer su boca, tragar el perfume de su garganta, estrechar su cintura, recorrer todo su cuerpo con mis manos.
“—¡NO! Es demasiado frágil—“ Grité en mi cabeza. “— ¡DETENTE! —“.
Mis labios se paralizaron al instante y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, aparté suave y lentamente su cara de la mía.
Abrió sus ojos y me dijo:
— ¡Huy! —.
—Eso es quedarse corto—. Le corregí lo mejor que pude.
Hablaba entre dientes ya que los tenía fuertemente apretados con su rostro aun entre mis manos, solo a unos centímetros.
— ¿Debería...? Dijo Bella, mientras trataba inútilmente de alejarse. Pero yo aun no podía soltarla ya que no me sobreponía al engarrotamiento de mis músculos.
—No. Es soportable. Aguarda un momento, por favor —. Le dije lo mejor que pude.
Mentalmente los fui soltando uno a uno hasta que por fin mi cuerpo se relajó.
— ¡Listo! —. Le dije al fin.
— ¿Soportable? —.
—Soy más fuerte de lo que pensaba —. Reí de lo penoso que todo había resultado.
—Bueno es saberlo—.
Mi padre estaba en lo cierto, debía probar hasta donde podía llegar con ella.
Y me llené de alegría al comprobar que después de todo no había sido tan malo.
—Desearía poder decir lo mismo. Lo siento —.
—Después de todo, sólo eres humana—.
—Muchas gracias —. Expresó mordazmente.
Me levanté y le tendí mi mano.
Me miró por un momento, nuevamente era yo mismo y no reparé en la velocidad de mis movimientos Bella aún no recuperaba su equilibrio y pensé que sería una buena excusa para dejarme manejar de regreso.
— ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar? —. Comenté en medio de una sonrisa.
—No puedo estar segura, aún sigo grogui. Creo que es un poco de ambas cosas—.
—Tal vez deberías dejarme conducir—.
— ¿Estás loco? —. Me dijo en tono de protesta.
—Conduzco mejor que tú en tu mejor día —. Me defendí. —Tus reflejos son mucho más lentos—.
—Estoy segura de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de soportarlo—.
—Un poco de confianza, Bella, por favor—. Le pedí.
Me miraba pensativamente y luego movió su cabeza.
—No. Ni en broma—. Me respondió al fin.
Pero yo no estaba dispuesto a dejarla conducir en ese estado.
¿Acaso creía que me dejaría vencer tan pronto?
Trató de caminar hacia el asiento del conductor pero se tambaleó ligeramente y vi ganada la disputa.
—Bella, llegamos a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en mantenerte viva. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta, además, no hay que dejar que los amigos conduzcan borrachos —. Le dije mientras la atrapaba por la cintura.
Que exquisito se sentía poder hacer eso, ya era libre para poder hacerlo todo el tiempo que yo quisiera.
—No puedo rebatirlo —. Dijo en medio de un suspiro.
Levantó las llaves y las dejó caer intencionalmente, sorprendentemente se daba por vencida.
—Con calma... Mi monovolumen es un señor mayor—.
—Muy sensata —. Le contesté.
— ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? —. Se había rendido pero no estaba feliz de eso, lo note en el tono de su voz.
Yo no quería que lo estuviera, quería que fuera feliz, tanto como yo.
Se veía tan encantadora cuando estaba enojada, Me incliné sobre su rostro y deslicé mis labios a lo largo de su mandíbula, desde la oreja al mentón de un lado a otro, el cuerpo de Bella se estremeció y lidie contra las emociones que nuevamente viajaban por mi cuerpo.
—Pase lo que pase —. Logre decir. —, tengo mejores reflejos—.
Tratando en todo momento de repetir esas palabras en mi mente. Me negaba a ser esclavo de mis sentidos, pero era tan fácil dejarse llevar por estas emociones tan nuevas, desconocidas y deliciosas. Pero ciertamente eran mas fácil de llevar que la sed que había sentido por ella.